El Universo Cinematográfico de
Marvel es un triunfo bajo todas las métricas posibles. Veinte películas, todas generalmente
bien recibidas a lo largo de una década. Una propuesta que, si se presentara a
los estudios allá por 2016, parecería tan improbable como la paz mundial en
nuestros tiempos. Las historias, los personajes, la acción, los efectos
especiales, todos evolucionando a cada año que pasaba, dejándonos con maravillas
técnicas para el regocijo del ojo ávido de entretenimiento.
Aunque, nada es perfecto.
En lo previo a 2017, hubo una crítica mayor al
UCM que parecía cobrar vida por parte de las columnas de entretenimiento y los
foros de fans. Incluso entre fans hardcore, como suelo serlo de a ratos, si
fueses a preguntarles cuál era el punto flaco de películas que les encantaron, entre
ellas Guardianes de la Galaxia y Thor: Un Mundo Oscuro, mayormente
dirían que era la caracterización de los villanos. Con la excepción de Loki y
tal vez otro par, dependiendo de la preferencia personal, una serie de villanos
clásicos de los comics fueron constantemente mal desarrollados, juzgando desde
la narrativa. Esta es una crítica que el líder de los Estudios Marvel, Kevin
Feige, puso en evidencia a comienzos de 2017 y refutó con cierta validez
diciendo que, en ocasiones, lo que sirve a la historia en mayor medida es enfocarse
menos en los villanos. Teniendo en cuenta el éxito de estas películas, ¿quién
puede estar en desacuerdo con esta fórmula?
Luego, en el transcurso de 2017, noté gratamente
que los villanos parecían estar recibiendo más cuidado, desde lo narrativo.
Personajes como Hela, Buitre y Killmonger se convirtieron en algo
exponencialmente tridimensional. No eran solamente utilería para avanzar la
trama.
Lo cual nos deja en Avengers: Infinity War.
El personaje de Thanos pareció ser abrazado no
solo por los fans, si no más bien por el público general; no solamente como el
mejor villano del UCM, si no como uno de los mejores villanos en la historia
del cine en mucho tiempo. Encontré absolutamente fascinante que una película ya
llena por todos lados de héroes que requerían tiempo de pantalla se las
arreglara para representar una personalidad tan compleja. Intimidante en su presencia
física como en su retorcida composición psicológica, un villano con un nivel de
conflicto interno casi shakesperiano.
Al tiempo que millones de posts y videos
salieron en torrente, una serie de preguntas empezó a tomar forma en mi mente.
Una de las cuales era, a mi criterio, un tanto estúpida. ¿Qué es lo que Thanos
tiene que hace que la gran mayoría quiera subirlo al podio de los mejores
villanos en la historia del cine? Aunque, antes de que pudiera contestar esa
pregunta, se subdividió en varias otras preguntas con implicaciones mucho más
perturbadoras. Incluso siendo un genocida, ¿por qué llegamos a entender?
Incluso siendo violento y cruel, ¿por qué llegamos a empatizar con él?
Investigando estas preguntas incómodas, pienso que he encontrado una explicación
para lo que significa el terror de Thanos. Sean advertidos, tal vez no les
guste la respuesta. No porque esté equivocado, si no porque tal vez esté en lo
cierto.
Para entender mejor el atractivo de un
personaje como Thanos, me imaginé que sería útil encontrar similitudes entre su
personaje y figuras preexistentes. Sean ficcionales o no. Me imaginé que el
mejor lugar para empezar sería con el actor que interpretó a Thanos, Josh
Brolin. Haciendo un poco de investigación para este texto, me encontré con un
par de entrevistas que Brolin había dado respecto de su aproximación para interpretar
a Thanos. Para mi placer, encontré que tomó inspiración de un personaje muy
particular. El coronel Walter E. Kurtz, de Apocalypse Now. Digo que fue
para mi placer porque cuando me di cuenta de esto, lo que siguió por mi parte fue
un: “Pero claro que lo fue”
Apocalypse Now debe estar entre mis diez películas favoritas
de toda la vida y el coronel Kurtz debe estar entre mis diez villanos favoritos
de toda la vida. Ningún otro pedazo de cine ha investigado tan exhaustivamente
las motivaciones detrás del mal humano. Específicamente, lo que lleva a seres
humanos comunes a cometer asesinatos atroces. En el caso de Kurtz, la película
hace un racconto de como un oficial condecorado por su brillantez intelectual y
aptitud física lentamente degenera, mientras confronta el rostro retorcido de
la guerra. No solo eso, si no la hipocresía presente en aquellos que perpetúan
el derramamiento de sangre. Este desprecio hacia la realidad de la guerra en
Vietnam, particularmente con el uso indiscriminado de la violencia y como la
gente a cargo la justifica, Kurtz creó una realidad propia y paralela. Toma control
completo de un puesto de avanzada dentro de la jungla en Camboya, dónde los
indígenas lo adoran como si fuera un semidios. Desilusionado con lo que lo
rodea, con la injusticia, con el relativismo moral, él escoge actuar bajo sus
propias órdenes. Usando una metodología que escala en su violencia, hasta el
punto dónde sus superiores determinaron que se había vuelto loco.
Lo que hace a Kurtz tan inquietante es que,
siendo sus acciones reprensibles desde lo moral, sus percepciones y
declaraciones son, discutiblemente, correctas. Cada palabra dicha por Kurtz en
esta película proviene de un lugar de introspección profunda y racionalidad. Por
ejemplo, aunque esté dispuesto a decapitar a alguien por algo tan minúsculo como
tomarle una fotografía, sus pares no pueden juzgarlo porque todos han cometido
actos en la misma escala de inmoralidad durante su estadía en Vietnam. Actos
que son justificados por un fin aparentemente moral. En este miasma de
incertidumbre moral, Kurtz abraza el lado salvaje de la naturaleza humana y
busca rehacer la realidad vía su voluntad. Es a través de esta voluntad, justificada
por su récord de aptitud física, mental y por el éxito de su brutalidad, que
encuentra seguidores no solo entre los vietnamitas, si no también entre soldados
del ejército norteamericano. Es la conclusión de Kurtz respecto de la
relatividad moral del ejército norteamericano lo que lo hace tan atemorizante.
Incluso si está cometiendo actos atroces, y asesinatos, hay lógica en su locura.
Si el ejército puede usar métodos cuestionables en persecución de un ideal,
¿por qué no puede él? Después de todo, el horror y el mal que lo asfixia es suficiente
para corromper al hombre más penitente. Por ende, ¿está mal sentir lástima por Kurtz
cuando su entorno lo corrompe? ¿Por qué deberíamos creer que, si nosotros fuésemos
confrontados con lo mismo, haríamos algo diferente, algo mejor? La probabilidad
que lo hiciéramos es estrepitosamente baja.
Las motivaciones de Thanos tienen similitudes
sorprendentes a las de Kurtz. Su planeta natal, Titán, fue corroído de modo
irreversible por malos manejos gubernamentales. Como resultado de esto, luchó
por su supervivencia bajo arduas condiciones. Sitúense en el lugar de Thanos.
Si tu planeta natal implosionase por la superpoblación, carencia de recursos,
la lucha por éstos y otros problemas políticos, ¿pensas que sentirías resentimiento?
¿Estaría mal sentir resentimiento? ¿Ese resentimiento te llevaría a pensar que
no solo Titán estaba corrupto, si que toda la realidad está corrupta? ¿Qué
clase de Universo permitiría este nivel de tragedia carente de significado? Sin
una respuesta clara para estas preguntas, ¿es tan ilógico buscar alguna forma,
cualquier forma, de retribución? Incluso sabiendo que yo diría “No, esto no justifica
la venganza” estas son, sin importar qué, preguntas poderosas que no tienen
respuestas aceptadas universalmente. Es exactamente la carencia de respuestas
satisfactorias para estas preguntas lo que motiva a los mejores villanos. Los
motiva a buscar venganza sobre la estructura de la realidad. Porque intentar
vivir moralmente en un universo roto no solo se ha convertido en intolerable,
si no que también en insostenible. Por estas razones, cualquier medio justifica
el fin de recrear el Universo. Esto es, no solo la esencia detrás de los
motivos de Thanos, si no la esencia del Mal. Es acá dónde el Mal encuentra
justificación para los actos más horribles. Es una motivación atemporal que
surca los milenios. Y son aquellos que abrazan esta motivación, en su mayor
extensión, los que se elevan a los mayores rangos de la villanía.
Pero esto pone en evidencia una pregunta interesante.
¿Quién es el personaje que abraza con más fuerza esta motivación? ¿Es Thanos?
Tal vez no. Creo que aún es muy temprano para decirlo con certeza. Si me lo
permiten, me gustaría proponer a un personaje en particular. El concepto
cristiano del Diablo. Aparten a un lado sus convicciones religiosas, o carencia
de estas, sobre si el “Diablo” así entrecomillado, existe. La figura del Diablo
es reconocida globalmente, y ha sido reconocida globalmente, por millones, por
miles de años. Al menos, la imagen del Diablo. El simbolismo del Diablo todavía
tiene agencia sobre nosotros como la apóstasis del espíritu humano, destilado
hasta su esencia. Por siglos, teólogos y literatos han intentado destilar las
motivaciones del diablo hasta algo accesible e incluso entretenido. Discutiblemente,
la forma pináculo de este destilado es la reinterpretación de una leyenda
antigua alemana llamada “Fausto”, una obra escrita por Johann Wolfgang von
Goethe. La historia de Fausto puede resultarles familiar, dado que ha sido
adaptada incontables veces en la ficción hasta ser aceptada como un arquetipo
literario. Las grandes historias que tratan acerca de confrontar el mal humano
pueden ser descritas como “faustianas” En “Fausto”, el personaje que da nombre
a la obra hace un trato con un personaje llamado Mefistófeles (el cual personifica
al Diablo). Fausto le entrega su alma al Diablo a cambio de conocimiento que
excede las capacidades humanas. En todo caso, dado que el Diablo está
involucrado, naturalmente este intercambio sale mal. Lo que es realmente
poético acerca de “Fausto” es que, a lo largo del transcurso de la historia,
Goethe se las arregla para resumir las complejidades de las motivaciones del
Diablo en un par de oraciones. Cuando Fausto le pregunta a Mefistófeles quién
es, él responde con lo siguiente: “¡El espíritu soy que siempre niega! Y con razón,
pues todo lo que nace merece sólo ser aniquilado; mejor sería, pues, que no
naciera. Y así, cuando soléis llamar pecado, destrucción, o, abreviando, sólo,
El Mal, es mi elemento propio”
A diferencia de Thanos, el cual busca mantener
alguna forma de realidad intacta, el Diablo lo lleva un par de casilleros
adelante. Mefistófeles esencialmente proclama que la realidad está tan repleta
de tragedia desgarradora que hubiese sido mejor si nunca hubiera existido. Similar
a Thanos, el Diablo habla de manera sucinta, elocuente y racional, acerca de la
naturaleza de la realidad. Incluso si las conclusiones a las que llegan son
malvadas. Las profundidades de sus percepciones reflejan cierto nivel de
autoridad. El dolor que sienten les adjudica legitimidad. A pesar, por supuesto,
de sus objetivos genocidas. Ahora, no me malinterpreten. No estoy justificando
el mal; simplemente me aplico a explicarlo. De ese modo uno puede evadir su
atractivo, sin importar el costo. Y es, por supuesto, atractivo. Si uno fuese a
creer que la realidad es fundamentalmente buena, que la vida es buena, que los sistemas
morales son deseables solamente para ver a estas creencias destruidas de una manera
irrevocable. Puede causar momentos de debilidad, en los cuales abandonamos
nuestra humanidad. Donde olvidamos la santidad y la soberanía de cada individuo
nacido en este mundo. Y los aplastamos por despecho.
Y es ese poder, en esa tentación, el cual
Thanos astutamente explota en su monólogo de apertura.
“Sé lo que es perder. Sentir tan
desesperadamente que estás en lo correcto y aún así, en última instancia,
fracasar”