23 de agosto de 2011

Fragmentos (I)

Siempre digo que lo prometido es deuda, y son nuestras deudas... tanto conscientes como inconscientes, las que nos atan al mundo real. Creo que nuestra palabra, lo que juramos y perjuramos todo el tiempo, es uno de los elementos que nos vuelve corpóreos en un mundo tan volátil como este en el que vivimos.

"El Forjador mira hacia el sol poniente en el horizonte.

Siente el aire frío de la montaña.

Las nubes se arremolinan en el oeste.

Mal presagio, son nubes rojas.

Se había derramado mucha sangre

La locura había comenzado"



Así empieza "Libro Primero: Ruptura"
Algo que va a cambiar, una deidad que pone sus planes en movimiento.
Las cosas empiezan a ponerse revoltosas.
Ya suena interesante, y esa es la clave, creo yo... que suene interesante.
De más está decir que el comienzo lo es todo... y estoy bastante satisfecho con el comienzo del primer capítulo.




Esto sucede luego de una persecución bastante ardua en la cual Naldir, Jefe de la Orden de Atriel, persigue por toda la Ciudadela a un demonio llamado Dalubris quién se las ingenia, no solo para escapar, sino también para asesinar a todos los hombres del Paladín. Es un capitulo interesante, la verdad. Es mi mayor logro hasta ahora porque logro despachar a 40 tipos en 20 páginas. Es todo un récord.


–No deberías dejar esto tirado por ahí. Me costo mucho trabajo –dijo la voz. No era un tono chillón, ni muy grave tampoco. Era moderado, común, pero Naldir ya comenzaba a imaginarse a quién pertenecía. Solo había oído hablar de él a través de Istel. Su nombre se susurraba entre los círculos más altos del arcanismo y del artificio. Estaba seguro de que Istel se lo había mencionado en alguna charla. El Paladín batallaba por ordenar las letras en su cabeza, para que lograran algo de coherencia, mientras se mantenía inmóvil. Súbitamente, el conocimiento lo iluminó, y con esa luz acompañándolo enfrentó a la sombra que lo acechaba.
– ¿Hace cuanto que estas vigilándome, Prodigio? –dijo Naldir con la confianza clásica en él.


¿Cómo presentás a un personaje?
Bueno hay muchísimas maneras de hacerlo. La que más me gusta a mí es, a través de otro personaje.
Acá, por ejemplo, para describir y presentar a Prodigio, Naldir se vale del "vox populi" O sea, de lo que se dice, o se comenta, en ciertos círculos acerca del tipo este. Pero al fin y al cabo, el mejor, y el más calificado para hablar de un personaje, es ese mismo personaje. Porque en dicha presentación juegan muchas cosas... como el ego, o la objetividad.... esa clase de cosas.



En este fragmento el Cazador Maestro del Palacio, Elladar de la Casa de Hojas Muertas, ha sido enviado por el Rey de los Elfos para robar un poderoso artefacto de la casa del Artífice de la Ciudadela, Prodigio. Y a Prodigio no le gustan las visitas sin anunciar.

Izquierda, derecha, seguir al frente… o simplemente desandar lo andado y volver a la luz de la que salió. El frente era en definitiva el mas corto, por lo que decidió aventurarse por ese corredor. Un par de zancadas lo dejaron en una nueva bifurcación. Miró hacia ambos lados, y solo encontró paredes que bloqueaban su rumbo. “Uno abajo, quedan tres” pensó el elfo. Retrocediendo hasta su primera decisión, la derecha se veía tentadora… porque la izquierda lo había decepcionado en ocasiones anteriores. Una curva rápida y volvía a estar encaminado.
Las paredes azuladas volvieron a indicarle a Elladar que era hora de otra sesión de “Lucha por tu Vida Saltando las Baldosas”, excepto que el Artífice había aprovechado la ocasión para elevar la dificultad solo un poco. Siempre debía ser divertido. Las paredes se iban comprimiendo y el suelo se desintegraba. Elladar vio la luz del comienzo justo a tiempo para respirar aliviado, pero aún así tuvo que lanzarse de cabeza para no ser aplastado por la realidad cambiante de la casa.
El cuarto de las luces era el mismo de antes, para suerte del elfo. Ya podía olvidarse del norte, y el este se había disuelto en la última trampa. Así que solo quedaba un camino por elegir. Encaró el único pasillo que no había explorado. Hacia adelante, esa siempre acaba siendo la última opción.
La carrera volvía a empezar.
Las opciones no tardaron en volver a presentarse. Derecha, toda su vida. Avanzo como un loco desaforado. Sin consecuencias, inmune al dolor. La pared estuvo a punto de decirlo lo contrario de no ser por la frenada súbita del elfo. Un pasadizo dejado atrás le permite mantener las esperanzas, pero la visión de sucesivos recovecos lo dejo con un gusto amargo que iba a ser difícil de quitar. Aflojó el paso, en las esquinas no es necesario ir rápido. Pero si precavido.
Primera esquina, sable en mano. Una asomada, fugaz vistazo. Algo de tranquilidad vuelve a su alma. “El Artífice debe estar durmiendo profundamente” pensó Elladar, mientras seguía avanzando. Pasillo corto, y segunda esquina.
Calma, paz, silencio… secreto.
“No se quedó dormido. Esta planeando, esquematizando. Aquí el golpe caerá mas fuertemente” contempló el elfo, lanzándose en una zambullida espectacularmente innecesaria, ante la presencia de un peligro que no se encontraba en el lugar preciso.
Después de la maniobra, se alzó frente a una pared de arenisca, cuyas confusas formas parecían imitar a una cara humana, risueña, jovial. Se burlaba de él, haciendo muecas, representando las actitudes de un niño pequeño. Contener el ataque de rabia requirió de toda la templanza de Elladar. El elegido de los elfos debía mantener la calma si estaba deseoso de pasar la prueba que tenía enfrente y llevar a cabo el mandato de su Rey.
Desandar lo andado… de nuevo. Volvió al pasillo largo al trote y se empecino en seguir a la derecha, o enviarse hacia el frente. Derecha, toda su vida… de nuevo. Solo para medir sus convicciones. Giro rápido, y otro corredor largo que se iba muriendo, mientras el elfo lo recorría a zancadas. Una izquierda inevitable, demasiadas derechas lo dejarían dando vueltas en círculos… idea que ya estaba empezando a rondar en la cabeza de Elladar, infectándolo de duda y temor. “¿Será esa la razón detrás de esta ausencia repentina de trampas?” pensó el elegido de los elfos, mientras tomaba la esquina aminorando el paso. La decepción no se molestó en andar subrepticiamente, pasando desapercibida, entre las líneas del rostro de Elladar. Corría libre en su cara, tal y como él corría libremente por los dominios de Prodigio. De vuelta en un pasillo familiar, pero en este último tiempo, todo le resultaba familiar. Misma arenisca, mismos ladrillos… mismos ojos, ojos rojos, ojos azules.
“¡Corre!” 


Esto puede resultar útil para representar el dinamismo que algunos tramos del texto pueden, o más bien "deben" demostrar. No creo que mande tantos tramos descriptivos porque bueh, como dije anteriormente... detesto describir. Aunque, el "firulete" (como le decimos al relleno descriptivo por los pagos de los que soy oriundo) sea algo completamente necesario... no adhiero a la idea de saturar al lector con esa cantidad de datos.



– ¡Prodigio! ¡Que sorpresa! Si no hubieras estado aquí… –dijo Istel con un dejo de emoción en la voz que falló en ocultar.

–Sí, sí… lo sé. Se hubiera revelado la verdad sobre la incompetencia de los magos del Consejo, y todo se hundiría en caos. Y a nadie le gusta el caos, ¿verdad?– completó cargado de sarcasmo el prodigio, al tiempo que abría paso a los grilletes provenientes de la mano de Istel, corriéndose hacia atrás. Su natural percepción no pudo evitar notar el tatuaje situado en un costado de la garganta del asesino. “Seguramente pertenece a una de las tribus nómadas. Todos saben que las misiones de la Orden en territorio orco, no llevaban exactamente un mensaje de esperanza y paz… más bien lo contrario”

–Parece entrenado… de seguro es proviene del Emplazamiento. ¿Tú qué dices, Istel?– inquirió ingeniosamente el Artífice. Un buen anzuelo suele dejarte en una buena posición. En un lugar como la Ciudadela, la información es un poder inconmensurable.

–Siempre es un placer estar de acuerdo contigo, Prodigio. Griss, ¡despierta! Lleva a éste con los otros. Le encantará saber que tenemos un lugar especial para él en la sede de la Orden –dijo el líder de la escolta de Naldir, al tiempo que chasqueaba los dedos ante el rostro de su aprendiz. Griss había quedado como hipnotizado ante el porte seguro y confiado de si mismo que exhibía el Artífice. Un par de chasquidos después y se alejaba, con su prisionero levitante, silbando una alegre tonada.

¿Cómo mentís en una novela?
¿Complicado, no? Lo imaginé... nomás piénsenlo...
¿Pueden confiar en el tipo que está contando la historia?
¿Cómo saben que no les están ocultando algo?
Porque... en lo personal, a mi me encanta mentir.
Me encanta ver la reacción del otro cuando se entera de que le miento...
Las mentiras matan gente. No hay cosa más cierta que esa. 
Y en mi mundo... este hecho en particular... no es la excepción.
Bueno, la primera compilación de fragmentos termina acá, y aunque esta entrada parezca larga, quiero dejar en claro que no es tan larga como debería ser. Dejé bastantes momentos afuera, que planeo insertarlos de seguro en la próxima entrada de esta estirpe.

Saludos,
Nate

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