26 de septiembre de 2011

Fragmentos (II)

Para la segunda entrega del compilado de "Fragmentos", no me ha tocado ninguno corto...
En realidad, los fragmentos "cortos", son los diálogos, y eso es otra cosa completamente aparte (que, además, tienen compilado para ellas solas. Perras pretenciosas xD)
El primero, tiene muchísimo...
Me dijeron que este es uno de los mejores diálogos que he creado.
Así, de una... sin vaselina.
Me gustan esos comentarios.
Me levantan muchísimo la moral xD 
Y así, de una, tiro el contexto del primer fragmento.



Prodigio es conocido a lo largo y a lo ancho de este mundo por su habilidades a la hora de crear artefactos que faciliten la vida de la gente, o que terminen dichas vidas de manera abrupta. La posibilidad de un error ni siquiera transita por su mente. Entonces es solamente natural que yo le plantee a este personaje la siguiente interrogante: "¿Qué pasa si te equivocas?"

– ¿Invento qué salió mal?
–No, de hecho… invento que salió muy bien. Pero debí tener un conejillo de indias para probarlo –contestó sincero Prodigio. La recaída había pasado, pero solo era cuestión de tiempo para que llegase la próxima, y luego la próxima. Cuando lo pensaba, Prodigio sabía que las recaídas eran sólo otra manera de contar el tiempo que le quedaba de vida.
–Sólo tú inventarías algo que tiene buenas chances de matarte cuando lo usas –sentenció el Paladín, con la mirada de preocupación que esperarías de alguien que esta viendo a un genio inventor, un prodigio artífice… siendo asesinado por una de sus creaciones.
–Te pone a pensar, ¿verdad? ¿Qué principios retorcidos me guían a la hora de ser lo que soy… de hacer lo que hago? –replicó Prodigio, sonriendo por primera vez en el último año. No había muchas razones para sonreír estos días, pero ya no tenía mucho porque preocuparse. O pero lo menos, no tenía porqué demostrarle a Naldir que había algo porque preocuparse.
–Estoy seguro de que tienes buenas razones… –replicó el Jefe de la Orden, respondiendo a la sonrisa con la suya. Aunque el exilio opacara su brillo usual, la sonrisa de Naldir traía un poco de luz a la turbia biblioteca. Los buitres y los del Senado le dijeron con palabras muy elegantes que era hora de empacar e irse, y él obedecería, se lo había prometido a Istel. “Los muchachos ya deben haber empezado a abordar el barco de Kett, no me queda mucho tiempo” dijo para sí, al tiempo que volvía a buscar su almadena.
–Sí, son todas excelentes… y todas suenan terriblemente mal cuando las digo en voz alta –bromeó Prodigio, mientras comenzaba a deambular por los confines de la biblioteca, estirando las piernas para el pequeño viaje que tenía enfrente. La carcajada del paladín fue sonora, y las vibraciones le dieron vida a la habitación. “Emociones, definitivamente algo que voy a extrañar” pensó el Artífice, cuando vio a Naldir comenzar a retirarse.




Es medio raro cuando un personaje claramente manipulador se encuentra con otro que le llega a los talones, por decirlo de algún modo. Hay dos momentos así en la novela, y ambos tienen a Istel como protagonista. Perfiló para ese lado el turro, nada que yo pueda hacer al respecto. De todos modos, hay muy pocos personajes que le puedan mantener el paso al arcanista estrella del Consejo. Pero Vernal es de esos pocos, afortunadamente...



–Estuvo bonito, Lord… Ineltir Agandar. Hace un largo tiempo que no escuchaba tu verdadero nombre  –Istel podía reconocer a la voz como la de Vernal, y repentinamente recordó la pequeña “reunión” que tenía en su agenda.
– ¿Desde cuándo sabes que ese es mi verdadero nombre? Pensé que no ibas a aparecer. Estabas bastante callado
–Desde que tengo acceso total a tu expediente. No tengo autoridad para hablar en las sesiones del Foro, y el aire estaba demasiado saturado de... Como decirlo sin ser punzante, “basura”
– ¿Y quién te dio acceso a mi expediente, si se puede saber? Los viejos hicieron un esfuerzo débil para sacar lo peor de la Orden. No estarían exactamente cómodos si los paladines vuelven a hacer las patrullas de las calles de la Ciudadela
–Valestra. Tiene algunos momentos de lucidez. Y lo primero que sabe, es que no debe confiar en ti demasiado. ¿Cuál es el tema a tratar? Ya sabes, el que me trajo aquí en primer lugar
–Tengo una tarea para ti. Debes infiltrarte en la Escuadra. El Servicio necesita ojos y oídos en esa organización de una vez por todas, y los intentos anteriores resultaron en… bueno, fracasos rotundos
El oficial del Servicio no necesitó buscar mucho en su memoria para acceder a los comentarios de los casos en los cuales otros oficiales, algunos de alto rango, aparecían muertos en varios lugares de la Ciudadela. Un ligero escalofrío le recorrió por la espalda, y no pudo evitar ver la determinante mano del arcanista en los eventos que lo dejaron como elegido para infiltrarse en la más poderosa organización criminal de los últimos tiempos.
– ¿Por qué yo? –la pregunta salió disparada, como una saeta enardecida, impulsada por el miedo a una muerte similar a la que habían sufrido anteriormente otros colegas del Servicio, embarcados también en la misma tarea que ahora le tocaba a él.
–En una palabra: eres el mejor. Alto, es más de una palabra…
–Ya entendí. Y si eso es lo que el Servicio desea de mí, lo haré. Pero yo respondo al Servicio, no a Lord Ineltir Agandar. Esa es mi única condición. ¿Quedó claro? –se retiró con el ultimátum dado, sabiendo que Istel lo aceptaría, porque no le quedaba otra opción. Tanto el oficial del Servicio, como el arcanista estrella del Consejo, sabían que no quedaba otra opción. Si alguien tenía que hacerlo, mejor que fuese Vernal.
La conversación fue rápida, puesto que las directivas eran simples, y la inteligencia que dictaba dichas directivas era determinante… después de todo, no era otra inteligencia que la del arcanista estrella del Consejo. Y respecto a la “única condición” que el oficial impuso, Istel sonrió levemente al recordarla. “Vernal no tiene idea de que responder ante el Servicio, y responder a Lord Ineltir Agandar… son la misma cosa”
Lentamente, se dirigió a la salida del recinto. La misma lluvia que no sorprendía a nadie, tuvo la fortuna de agarrarlo por sorpresa. Como si el calor del debate lo hubiese abstraído de todo lo que sucedía a su alrededor. Pero, viéndolo en perspectiva, él pensaba que el discurso había sido algo excesivo… si se tenía en cuenta el verdadero peso de la influencia de los arcanistas sobre el Foro. Istel lo sabía, y los viejos no lo estaban haciendo del modo correcto. Hay muchas escalas en el control de mentes, y el arcanista estrella del Consejo sabía identificarlas a la perfección. “No es sorpresa que envejezcan rápido. Si hacen lo que hacen, del modo en el que lo hacen”
–Yo mismo tengo tantas cosas en mente –varias personas a las que ver, por varias cosas diferentes.
Así era la vida de Istel esos días.






Me quedaron bastante largos, y hubiese sido un crimen editarlos, así que no me siento culpable en absoluto por tirar esta cantidad asquerosa de texto en el blog. La próxima entrega de "Fragmentos" va a tener un poquito más de reflexión supongo, ya que pertenecen a los malos del libro, es decir, a Meldroll y a Dalubris. Y va a apuntar a tratar el tema de "¿Por qué los malos son malos?", tópico altamente discutido en mis fueros internos.


Saludos,
Nate

1 comentario:

Fany dijo...

Jejeje pues la verdad... a mi no me ha parecido largo... me he quedado con ganas de más...

Aunque, sinceramente, soy un desastre para los nombres xDDD pero tranquilo, le iré pillando más el hilo jajaja

Un besiiin! ^^