6 de noviembre de 2011

Exiliados (II)

"Al poner el primer pié sobre el ladrillo frío y húmedo de las calles del puerto, Naldir no pudo evitar concebir esos cálidos sentimientos de seguridad que sólo el hogar podía brindar. Aunque la Ciudadela ya no fuese segura en absoluto. Demonios, asesinos, ladrones, cultistas del Primer Infierno... y, por supuesto, el común y silvestre oficial corrupto del Servicio. La más diversa fauna de alta peligrosidad acechaba a los pobres ciudadanos. Ciudadanos a los que la noche asustaba tanto que ni siquiera habían sido capaces de acudir al puerto para celebrar el retorno de uno de sus más celebrados héroes.
Robado del abrazo de sus pensamientos, la tierra bajo sus pies comenzó a moverse. Sus rodillas temblaron por la sacudida, y por el peso de los años. Naldir se preguntó a si mismo cuanto tiempo más sus piernas podrían sostenerlo… y permitirle hacer su trabajo. Se reconfortó en no recibir una respuesta. Al ver a su alrededor, el comandante de la Orden notó que sólo sus hombres compartían el parche de tierra que levitaba, viajando hacia la Ciudadela a gran velocidad. Envuelta en la oscuridad de la noche, la ciudad que lo había visto nacer lo esperaba, ansiosa de sentir el suave toque de su justicia. Una sospecha se asomaba en el horizonte de su instinto. Tantos años lejos del hogar lo vuelven a uno paranoico, y Naldir estaba empezando a sentir el peso total de esa noción. 

Esa sospecha fatídica, el olor de una matanza cercana.
–Algo anda terriblemente mal –el grito de sufrimiento proveniente de la ciudad que siguió a la pequeña suposición del Comandante de la Orden no hizo más que darle la razón. El personal no-administrativo, unos dos mil hombres aproximadamente, habían desembarcado con armas en mano. “Ya están preparados, y les falta algo de ejercicio” pensó Naldir, al tiempo que indicaba el avance de sus tropas con un movimiento de su arma. Todos lo miraban, cono ojos preparados para la batalla. Ellos la añoraban, luego de tantos años lejos del hogar.

– ¡Ya saben que hacer! –el líder, por su parte, tenía otros asuntos que atender.
Una verdadera reunión familiar"

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