28 de agosto de 2013

Pedido (a)

Los árboles siempre me relajan. No sé por qué. Pero lo que se me presenta como certeza es demasiado doloroso para ser siquiera considerado. Las secuelas de dicha certeza, demasiado para mi cabeza. Porque no podría resolverlas de inmediato. Serían esa clase de cosas que te persiguen a lo largo y a lo anche del tiempo y el espacio. Incansables, sedientas de tu sangre.
Ahí estaba yo, entonces. Espalda contra un árbol. Contemplando la realidad que me rodeaba, intentando percibirla, entenderla... Abrazarla; hacerla mía, para finalmente empezar de nuevo. Aunque, también estaba ese gimoteo incesante taladrándome la cabeza a mis espaldas. Llanto, obviamente.
Las preguntas comenzaron a apilarse en mi cabeza. La curiosidad me embriagó, forzándome con una mano cargada de tiranía a abandonar el fuerte de la especulación y a aventurarme hacia lo desconocido. Pero, las palabras para comenzar a gatear en esa dirección se me escapaban. "La sinceridad solía funcionar" me dije a mí mismo., y ese sendero me dispuse a recorrer.
-Llorar no va a resolver el problema.
El llanto se hizo más sonoro, y temí por el deceso prematuro de la oportunidad de saciar mi curiosidad si seguía por esta senda. Eso no significaba que cedería. En absoluto.
-Llorar no va a resolver el problema.
Si yo no planeaba ceder, obviamente su llanto debía hacerlo. Y lo hizo.
-Ya que estás llorando, y pareces ocupada en ello, vamos a jugar con una regla simple. Tenemos un árbol y, como buenos seres humanos, vamos a sacarle provecho. Golpea una vez para "sí" y dos veces para "no"
Golpe. Finalmente, estaba preparado para empezar. Tanteando a ciegas, por supuesto. Esto era un juego para mí, y planeaba ser de los divertidos.
- ¿Sexo femenino?
Golpe. Paso uno, correcto.
- ¿Adolescente? Dos golpes. Contratiempo. Dejé que mi mente procesara el abanico de posibilidades. Consideré varios factores, y tomé mi decisión.
- ¿Entre doce y quince? Golpe. Otro éxito. Cada nuevo trazo del trayecto abría nuevos abanicos. Elegir el indicado se volvía cada vez más complejo, bastante rápido. Otras variables se sumaron, y apunté hacia lo causal con una presteza inusitada.
- ¿Familia? Dos golpes. "Ups"
- ¿Amistades? Dos golpes. "Mierda, la voy a perder"
Una última arista permanecía en mi bolsillo. No era exactamente un ás en la manga. Porque estaba en mi bolsillo, se entiende.
- ¿Académico? Golpe. "Y el jamelgo remonta en los últimos metros"
-Un fracaso académico, entonces. -Golpe, y fuerte. "De seguro puse el dedo en la llaga. Y una llaga... Importante" dije para mí, sonriendo por mi retorno al éxito. Presioné mi ventaja, y dí otro paso hacia adelante.
-Un fracaso académico... Sentenciado por alguien objeto de tu admiración -Golpe. Diagnóstico certero. Rompecabezas completo. Había sido divertido, y consideré levantarme en ese momento, antes que mis pensamientos interrumpidos por ese llanto pertinente retornaran al acecho. Me refrené de hacerlo, por motivos poco claros. El más brillante de estos parecía un faro en comparación a los demás. Había sido un juego, sí. Y, Dios, había sido divertido. Aunque, si no enseñaba algo... No había tenido sentido. Ningún sentido en absoluto.
-Púdrete.
Ningún golpe como respuesta. Obviamente, el concepto necesitaba un poco de ampliación.
-Sí, "púdrete" Es decir, ¿para qué admiras a alguien? ¡Que se joda! "Púdrete" como postura de vida. Es así de simple. Las cosas no te llegarán tanto, y evitarás el llanto en parques públicos.
Me levanté, dejando al destino, y a mis palabras, sentarse en el ambiente.
Hasta el día de hoy, no tengo la más pálida idea de lo que sucedió después.
Tampoco es que importe, ¿verdad?

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