16 de abril de 2017

El Retorno de Ridenour

-Hay algo de poesía en toda esta ruina. Si ellos la hubiesen escuchado, o reconocido su existencia siquiera… tal vez esto no hubiese sucedido.
El esqueleto habló, ominoso como de costumbre. La ruina que el mundo era tenía un atractivo particular para él. La recordaba, cuando estaba llena de vida y movimiento. Cuando el trueno de la Humanidad colmaba cada esquina de las grandes urbes. Cuando la industria rugía, marcando los acordes finales de la sinfonía que había sido el siglo XXI. Una sinfonía, compuesta por luces de colores, drogas conceptuales, adblockers y redes.
O, por lo menos, así la recordaba el esqueleto. Que había caminado la superficie de este planeta desde que la vida había salido a arrastrarse. El esqueleto siempre dio unos años de ventaja. Así de confiado estaba. Tan seguro de su victoria final. Se tomó un momento para considerar, en retrospectiva, todas esas escaramuzas que le habían regalado nada más que derrotas.
Juntos, el esqueleto y la niña, contemplaban las ruinas de la existencia que le rodeaban. Ruinas con cimientos ensangrentados, enterrados en lo profundo de suelo consagrado.
-No se siente como una victoria, ¿no?
La mujer estaba sentada en el suelo, jugando con las grietas de una baldosa. La realidad siempre había mostrado grietas; pero, ahora mismo y con el panorama en cuestión, éstas eran más evidentes que nunca.
-Yo no hice esto -dijo el esqueleto, mientras abría los brazos como si quisiese fundirse con la ruina y hacerla suya. Pero, sabía que no tenía sentido; sus manos no estaban manchadas de sangre. Las manos de la Humanidad, por otro lado… Bueno. No hay más que ver su historia. Desde el fuego, a la desolación que ahora la pareja contemplaba, nada parecía haber salido bien. No bien para todos, al menos. Los conflictos dictan, por su naturaleza, la existencia de un ganador y un perdedor. Una víctima y un victimario. Un mundo definido por lo binario. Desde un costado del amplio espectro de la existencia, el esqueleto no tenía aprecio alguno por los matices. Tal vez, al contemplarlos, la victoria simplemente se le presentó. Pero esto nadie lo sabe. Ni siquiera él. Hay cosas en este Universo, y en bastantes otros, ocultas… a las que incluso la Muerte no tiene acceso. Que desconoce. Y tal vez sea mejor así.

-En realidad… Sí hice esto. Les di cuerda, y los vi marchar.

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