29 de agosto de 2013

Cambio de ropa...

Podía vislumbrarlo a lo lejos. 
Estaba ahí mismo, donde dijo que estaría. Salir del cuarto me tomó un esfuerzo sobrenatural. Uno que no creía capaz de realizar. Ahí estuvo él, esta figura oscura, y él me ayudó. Él me tiró al abismo, y esa es la verdad. Creo que lo amo, y esa es la verdad. 
Me acerqué con cautela, y llegó a mi nariz el suave olor del cigarrillo atrapado entre sus labios. Noté que tenía un porte curioso, mientras lo veía apoyado contra la pared. Como si cierto peso le obligase a tomar la postura de un signo de interrogación. Pero esto era una mentira, un delirio de mi percepción. Lo cierto es, y esto es fundamental que lo tenga en cuenta... Yo no conozco, en absoluto a este hombre. 
Y de la nada, como si la mera mención suya hubiese disparado algún mecanismo antiguo en su mente, giró la cabeza hacia donde yo estaba. Sonrió, dejando al cigarrillo al borde del precipicio que era su boca. Era seguro acercarse.
-En verdad, no sabía si iba a venir o no.
-Cualquier oración que comience con las palabras "en verdad" es casi siempre una mentira. Pero ambos sabemos que no puedes mentirme.
- ¿Por qué me salvaste de los otros dos? ¿Por qué me sacaste de la habitación?
-Todo se olvida en los salones de mármol de los muertos. Estas son las habitaciones de la ruina, donde las arañas tejen sus redes y los circuitos callan, uno por uno. Estabas atrapado, en las manos del devenir, las manos del destino... Y ellas no conocen de piedad.
-Sí, me conoces. Mejor que nadie.
-Tú eres la clase sombría de persona, obsesionada con el final. La clase de persona que se niega a creer que la felicidad está en el viaje más que en el destino. Sin importar cuantas veces te lo prueben.
Callé ante su sabiduría, pero todavía sentía algo remordiendo mi conciencia. Una pregunta, fundamental tal vez, para lo que nos deparaba en el futuro.
- ¿Dónde iremos?

-Estoy una búsqueda, niño. Estoy esperando al hombre, para cruzar el desierto... Y llegar a la meta.

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