9 de octubre de 2013

La otra Ridenour.


Tal vez te preguntes que hacemos aquí, justamente. En este páramo desolado, olvidado por Dios. Y lo que nos trae aquí. La vida, nuestra vida, se resume en las motivaciones. Como la mayoría, imagino. No estoy aquí contigo porque necesito hacerlo, o por algún retorcido sentido del deber. Estoy aquí motivado por el deseo. Te quiero demasiado como para verte caer; demasiado como para verte sangrar. Por divertido que pueda parecerme, en ocasiones. Y para visitar a una vieja amiga que estoy seguro que conoces.

Oh, mira. Aquí está. Tendrás que disculparla, sus modales... Bueno, no son lo que eran. Muchas decepciones, imagino. La visión siempre se me antoja imponente. El concepto que representa, en toda su gloria y fastuosidad. Me sorprende la falta de fanfarrias, declamando su llegada. Aunque, ella nunca ha sido de alfombras rojas y reflectores relucientes. Ella trabaja mejor en la oscuridad, como yo.

Tu perplejidad me asombra.
¿No la reconoces?
Bueno, eso me resulta raro. ¿Es fingida, o es genuina sorpresa siempre que esta aparición se te presenta?
Y tu negación no proviene de la estupidez. No eres estúpida. De eso doy fe con mi sello. Eres extremadamente inteligente, tal vez ese sea el problema. Las personas inteligentes suelen tener muchos problemas con ella. Pero esa negación, querida. Tendremos que hacer algo con eso si quieres ser parte de la familia.

¿Estás segura de no reconocerla? ¿No te resultan familiares esos rasgos arruinados y decadentes? ¿Lo sombrío y temerario en su porte? Mírala, es hermosa. Todavía no puedo terminar de asombrarme en cada ocasión que la encuentro. Tienen demasiado en común, ella y tú, como para no notarlo. Ambas cansadas... Quemadas. Hartas de ser bastardeadas por las circunstancias.

¿No recuerdas como clavó su pico en tu piel? 
¿Cómo se abandonó al refugio del hueco en tus clavículas?
Sé que la viste morir. Sé que moriste con ella. Pudiste oír sus últimos lamentos, y no hiciste nada. Lo cual fue lo correcto. Ella es independiente, y no le interesas en absoluto. Pero siempre encontrará el camino de vuelta a tu corazón. Más allá de lo que tú hagas al respecto. Ella llega, sin importar los obstáculos que plantees.

¿Ninguna idea respecto a quién pueda ser?
Tu mejor amiga, tu peor enemiga, tu más poderosa aliada. Cuyo nombre, con un simple susurro, la obliga a retorcerse y retirarse al vacío; quién, valiéndose de su carácter de cómplice silencioso, la oculta impune hasta que su momento llega.


Ella es Esperanza.