26 de febrero de 2014

El final...

"...
-Estas lista.
Aunque lo dicho definitivamente sonaba como una afirmación, incluso como una solemne declaración de principios, no podía dejar de notarse cierto matiz de interrogación que sorprendió a la mujer cuando llegó a sus oídos. Se dio la vuelta, y encaró al que había sido su tutor y mentor desde la adolescencia con una sonrisa altiva.
-¿Me lo estás preguntando?
-Asume que sí, y sigue adelante. Para eso te entrené.
"Voy a extrañar este juego, definitivamente" dijo el tutor, cruzándose de brazos mientras esperaba su respuesta. En los pocos segundos que la respuesta demoró, él tuvo un momento genuino e irrepetible de gloriosa retrospectiva. Pudo verlo todo. El encuentro, la promesa, el giro y aquel momento final que se encontraba viviendo en ese momento. La prestidigitación. Porque la crianza es eso. Un acto de magia único. Y todo buen acto de magia, requiere sacrificio. Y el sacrificio, lo es todo.
-Sí, estoy lista.
-Ya sabes dónde está la puerta, entonces.
Lo que podría haber resultado en ofensa, en terrible e inevitable agravio, sucumbió ante lo subtextual, ante lo implícito. Su relación ya no tenía lugar para el insulto. Se conocían demasiado bien para eso. Ella volvió a darse la vuelta, eterna e indemne, y comenzó a dar los pasos necesarios hacia la suave libertad. El mundo la esperaba, y ella estaba lista para cambiarlo. Pero, incluso en el epicentro de todas las certezas que el día y el entrenamiento había traído, ella se permitió una última cuestión. Como la expresión culmine de todas sus dudas, la pregunta salió disparada de sus labios como una bala de un revólver con culata de sándalo.
-Podré volver, ¿verdad?
El maestro sonrió, rindiéndose ante lo inenarrable de la cuestión.
-¿Tú que piensas?
Ella siguió hacia delante, dando la cuestión por zanjada. El mundo era suyo para tomarlo por arrebato. Y nadie podría detenerla. La luz de la luna la recibió como una nueva hija. La luna era su amparo, su refugio. En ella, la alumna encontraba solaz suficiente para luchar sus batallas. Pero, estaba plenamente consciente que su escudo y su espada, habían sido entregados a ella por su maestro. Siempre lo guardaría en su corazón, y haría todo en su poder para honrarlo.
Él la vio irse, y reconoció al fin lo inevitable de la nueva soledad que le rodeaba. Aquella soledad tan familiar. Desertó de la luz, honrando la libertad de ésta, dándole una oportunidad de valerse por si misma lejos de la calidez del hogar. Abrazó la oscuridad, y supo que debía hacer a continuación. A la penumbra de la habitación, habló palabras cargadas con determinación, verdad y portento. Palabras que, hasta el día de hoy, me atormentan.
-En la oscuridad no viven los hombres. En la oscuridad, solo viven las sombras. Y en eso me convertiré.
"Ella puede volver, sí. Pero no me encontrará. La sombra de lo que percibe de mí ahora habita este lugar. Yo también tengo un viaje que hacer"

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