4 de marzo de 2014

En el camino...

En el camino, encontré varios peligros. Y no de la clase que se sortea con facilidad. Los cinco cerditos probaron ser un desafío apropiado para mi destreza marcial. Los subestimé, claro está. Si bien su superioridad numérica dictó las reglas del combate, entre tres y cinco hay mundos de diferencia.
Yo mato, que quede en claro desde el primer momento. La época en la que simplemente hería a mis enemigos hasta la minusvalía ha quedado atrás en el tiempo. Sólo puedo aparejar malas experiencias a esa odiosa costumbre. Muchas cicatrices han quedado sobre mi piel y mi alma por ese hábito idiota. De ese voto de imbecilidad que había dominado mi juventud ya no quedaba ningún vestigio remoto.
Me han tratado como escoria por ello, y puedo entenderlo. El problema es que no puedo respetarlo, ni aceptarlo. Mis decisiones son mías, y sólo mías. No mato por capricho, mato porque es una necesidad biológica. Mato para limpiar mi nombre. Para que mi familia, el nombre de mi familia vuelva a su gloria de antaño.
Lo que me llevó, lentamente, al camino que estaba recorriendo. La niebla lo había tomado por asalto, inundando poco a poco mis sentidos. Llenándome con un propósito que no había sentido desde el día en el que me había unido a la Orden. Mi entrada en Cierprodacid había sido gloriosa., con fanfarrias de trompetas y cantos de aprobación y poder. Recibí mi arma del mismísimo comandante de mi Orden, un lujo que pocos habían conocido hasta ese momento. La niebla, tanto de mis recuerdos como la que imperaba sobre mi realidad inmediata, colmaba mi vista. Renegué de todos mis instintos, y seguí hacia adelante. En algunas ocasiones, eso es todo lo que te queda. Seguir hacia adelante.
Muchos a lo largo de las épocas me han preguntado el por qué detrás de mi batalla incesante contra esta realidad, y los elementos que la componen. Y nunca he podido dar una respuesta certera a esta cuestión. Lo he dejado a libre especulación, lo cual ha generado una cascada tremenda de especulaciones. Algunas las disfruto, otras no tanto. Dicen que soy el hijo del Diablo, un demonio nacido de las Profundidades con el sólo propósito de traer el fin de los tiempos. Dicen que soy un caballero desterrado de su hogar, que lucha por su visión idealizada de un mundo que ha perdido sus valores y sus agallas. Dicen que peleo por un mundo feliz.
Yo lucho por mí mismo. Lucho por mi lugar en el mundo. Podría decirse que soy mi propio cliente.


Lo cambio un poco, y lo uso para Naldir. Particularmente, lo de los cerditos. Eso, definitivamente, se tiene que ir. De cabeza.

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