En mi huida, tropecé con unas raíces que se habían aventurado desde las profundidades de la tierra. El bosque había perdido toda noción de sinonimia con "refugio" y en ese momento lo entendí. No habría refugio alguno para mí en este mundo. Este mundo se ha movido distancias incalculables. Era mi trabajo, mi deber y mi responsabilidad, moverme para alcanzarlo.
Mi única esperanza, la única esperanza racional a la que podía aspirar... estaba en el fondo del río, descansando sobre una almohada de muerte y desesperación sobre la que seguramente tendría que dar reposo a mis huesos quebrados y marchitos para obtener lo que quería.
El poder que mi corazón tanto anhelaba.
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