Encontramos la salida. Y el panorama que
sale en nuestro encuentro solo puede ser definido como desolador. Parece
extraído de la peor pesadilla de Lovecraft. Como si un antiguo dios se hubiese
limpiado el culo con la Ciudad
de Buenos Aires. Que es, más o menos, como siempre siento a la Ciudad. Como si ese
dios hubiese levantado la mano y, como extensión de un sueño tan febril como
fortuito, se hubiese decidido a completar de manera definitiva el trabajo que
la raza humana había sido demasiado cobarde para terminar. Y parece un trabajo
bastante bien terminado. De los edificios se pueden arrancar ecos destellantes,
que declaran exhaustivamente respecto a todos los fallos de una civilización
que lo tenía todo, y no supo que carajo hacer. Que se pasó la segunda mitad del
siglo veinte y los primeros quince años del veintiuno corriendo como gallina
degollada detrás de pedazos de papel con rostros impresos. En algún momento,
hay que pagar el precio.
-Los platos rotos los pagan todos.
-¿De qué hablas?
-Estoy intentando absorber todo lo que
creo que sucedió mientras dormía.
-¿Con qué propósito? No hay significado
alguno en las catástrofes.
-Lo dices como si nunca lo hicieses.
-Nunca lo hago. Siempre hay algo más
importante que hacer.
-¿Hay algo más importante?
-¿Ahora mismo? Hay un viaje que debe
llegar a su fin.
Vamos para adelante. Como siempre.
1 comentario:
nacho til dea
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