8 de diciembre de 2015

260, tirando para el 420 (blaze it)

Encontramos la salida. Y el panorama que sale en nuestro encuentro solo puede ser definido como desolador. Parece extraído de la peor pesadilla de Lovecraft. Como si un antiguo dios se hubiese limpiado el culo con la Ciudad de Buenos Aires. Que es, más o menos, como siempre siento a la Ciudad. Como si ese dios hubiese levantado la mano y, como extensión de un sueño tan febril como fortuito, se hubiese decidido a completar de manera definitiva el trabajo que la raza humana había sido demasiado cobarde para terminar. Y parece un trabajo bastante bien terminado. De los edificios se pueden arrancar ecos destellantes, que declaran exhaustivamente respecto a todos los fallos de una civilización que lo tenía todo, y no supo que carajo hacer. Que se pasó la segunda mitad del siglo veinte y los primeros quince años del veintiuno corriendo como gallina degollada detrás de pedazos de papel con rostros impresos. En algún momento, hay que pagar el precio.

-Los platos rotos los pagan todos.
-¿De qué hablas?
-Estoy intentando absorber todo lo que creo que sucedió mientras dormía.
-¿Con qué propósito? No hay significado alguno en las catástrofes.
-Lo dices como si nunca lo hicieses.
-Nunca lo hago. Siempre hay algo más importante que hacer.
-¿Hay algo más importante?
-¿Ahora mismo? Hay un viaje que debe llegar a su fin.





Vamos para adelante. Como siempre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

nacho til dea