30 de mayo de 2016

CZ 1

Un rico conjunto de gente rota, intentando armarse con letras y rimas. Nada más hermoso puede exhibirse en toda la creación. No hay regalo más fuerte.
¿Es acto o realidad?
¿Hay diferencia?

La contorsión parece genuina. Casi natural. Me fuerzo a creer que es actuación, por lo sublime qur la mente humana exhibe al mentir. Escenas esquizofrenicas que tranzan entre ellas como la barra y la cana. Transgresión tras transgresión, multiplicándose en el aire.

Se encuentra también la solemnidad del oficio refinado. Un presagio del formol que vendrá. Escenas otoñales y escenarios rimbombantes. Reflejos y cosas rotas. Humo y espejos. La realidad siempre remite al humo y espejos. Padres comprometidos de la ilusión que es el Arte.

La dimensión sublime y la excremental de la existencia son significados que se unen en coalición férrea. Escenas de la realidad cotidiana que se alzan en circunstancia poética. Un atisbo de crítica a la marea de carne que transita las calles fantasmagóricas. Una mirada a lo celestial y a lo terreno, sabiendo que ambas son e complementan planteándose como opuestos. Sabiéndose lo contrario.
Grandilocuencia en las escenas naturales. El caparazón se rompe,  se desmorona, ante el darwinismo. La divinidad en la diversidad. La sabiduría de Gaia, de Gaza; la sabiduría de la naturaleza se hace evidente. Mamá siempre sabe. Lo mortuorio en el ciclo. Todo se muere. Y renace en poesía. Lo crudo, la ruptura. La bilis.
Todo es sublime. Todos estamos muertos, en realidad. Cadavéres que devoran lo que tienen a su paso, sin notar los huesos sobre los cuales reptamos. Todo es poesía. Todos somos víboras.

Lo sideral. Lo terrenal. La puta realidad. Ese caldo de cultivo, casi locro. Que clama por justicia social. Que arroja descrédito sobre los meritócratas, pequeños garcas en potencia que no se dan cuenta de lo fácil que la tuvieron. Pacíficos vecinos, esclavos de los medios masivos. Una rebelión se cierne, fermenta. Pelea, desgarra. Al menos, intenta. Manotazos de ahogado que se hunden en la frivolidad. Un memento eterno. Un token de gratitud para con los muertos.

Las conexiones no se dan inmediatamente. Esa es una deuda. Estamos en quiebra. Parecería que nuestro arte ya no tiene fondos en la sociedad moderna. Esa es nuestra muerte. Esa es nuestra resurrección. Nuestra memoria, nuestro manifiesto. Nuestros colores. Una catarata de injusticias, una seguida de la otra. Todas contra el pueblo, sangre y motor del mundo. Todas en un deporte, mixtura extraña de lo mejor y lo peor. Todo lo que tenemos, todo lo que amamos, atado a once hermanos. Un domingo. Domingo de Resurrección. Una unidad con cuerpo, forma y, lo que es más importante, propósito. Este es nuestro corpus, nuestro canon. Nuestro día a día. Nuestro balance. Nuestro amanecer. Nuestro mañanero persistente y pretencioso (por sus aspiraciones de eternidad)
Nuestro constante periplo heroico, el eterno retorno. El eterno retorno cuyo único destino es el olvido. Las nimiedades cobran relevancia para la mente que carece de disciplina. Y esos son los mojones. Los mojones que moldean el mundo. El empuje es irresistible. El poxipol llama, el Guli responde. Jalar es acercarse a la divinidad, como la ignorancia es la felicidad.

Interludio musical.
Soñar y cantar.
Sólo un paso hacia el encanto.
La ilusión se cierra, como el proverbial círculo que trazan los hados.
Volar descuartizado por los aires, tiñendo con una estela de vísceras y arte nuestros trayectos. Katy Perry no pifiaba. Somos fuegos artificiales, trazando nuestra parábola antes de estallar.

Me perdí algo.
Me perdí todo.
La vida perdió dulzura.
Perdió significado.

Un camino ha sido trazado entre olivos y aguas traumáticas. Un esfuerzo tiránico se alza ante el viajero. En él queda enviar el puñal hasta su hogar. A través de la penumbra y de los desechos de la existencia. Un viaje vertiginoso en el cual se pierde el control, en el cual se admiten las falencias y el bagaje que uno siempre deja atrás sabiendo que el deber ser cobra relevancia sobre todo lo demás. Excepto los ejes que remiten al pasado que nos ha forjado a todos. que vuelven al plano principal de nuestra mente mediante retornos a lo primordial del sentir. Lo perceptible a través de las tirnceras. Lo carnal y absoluto. Y mundano, y absoluto.
Lo excepcional de la rutina.

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